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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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13-11-2017

 

Un libro y su autor. (segunda parte)

 

SURda

Notas

ce.r

 

Hemos descripto a un conjunto de mujeres y hombre que añoraron una sociedad más digna e igualitaria. Los tupamaros éramos seres comunes y corrientes; con virtudes y defectos, la mayoría jóvenes inexperientes. Nos encontramos y conocimos en el peligro. De ahí, en más, así fue nuestra vida. Por encima de todo, hubo una causa de la cual ni renegamos ni nos arrepentimos sino que la reivindicamos. La resistencia del pobre comienza cuando otro con más riqueza lo subyuga.

Manuel Marx Menéndez

 

Habiendo –en la primera parte de estas notas- intentando situar el “marco general” de los acontecimientos que trata el reciente libro de Manuel Marx Menéndez “Ay de los vencidos” nos referiremos, en esta segunda, a un aspecto que tampoco es desdeñable: su autor.

El libro tiene además, un subtítulo: Testimonio político de un Tupamaro, cuestión que en combinación con el título principal no es desestimable. Es una combinación donde cada término tiene su porqué, porque ésta es una obra meditada. Digamos que aviesamente meditada.

“Ay de los vencidos” tiene rememoranzas –prescindamos de la cita precisa de Plinio acerca del incidente de los romanos iniciales, con Breno, el jefe germano- del refrán popular: “del árbol caído todos hacen leña” . Y vaya si varios autores no han cargado sus “canastos” escritos con suculentos trozos y astillas desgajados a fuerza de subjetivismo y no poca mala leche, de la gesta colectiva tupamara!!! El “tupa” presentado como un “fanático”, el “tupa” militante presentado como un “vividor parasitario” de lo expropiado, el “tupa” presentado como un hombre o mujer sin escrúpulos. Y vaya cualquier lector novel a recorrer el espinel de una bibliografía que amenaza ser frondosa y se encontrará con estos fragmentos discriminados arteramente a lo largo de escritos con pretensiones de “objetividad” y “seriedad”. Libros decimos, artículos periodísticos, intervenciones y mesas redondas televisivas y radiales. Hay para elegir!!!

No sueñe ningún militante tupamaro en que esos autores habrán de hacer “mea culpa” o rectificación de sus excesos, calumnias, insultos y diatribas!!! Para buscar la fama o el reconocimiento a sus esfuerzos mass-mediales todos estos verdaderos sicofantes, siguen una receta perfectamente establecida: hay que glorificar a los “dirigentes arrepentidos”, levantar solo “algún opositor mediatico” para mantenerse en el canón de “la imparcialidad” y, silenciar sin piedad y a rajatabla, sin cortapisas, a todo disidente “no autorizado”.

Recientemente – antes de la aparición del libro de Manuel Marx Menendez- un militante que es amigo personal del autor del mismo y que es citado en el libro- salió a la luz pública para defender a los militantes “de la 15” vapuleados y vilipendiados como “militaristas” sin alma y sin compasión. Rémoras todas del canón que estableció –allá lejos y hace tiempo- EFH cuando comenzaba sus colaboraciones con los militares señalando –en cautiverio- que él representaba la “línea humanista” enfrentada “en la interna” a la que denominaba “línea bestia”. Nos referimos a un articulo –que intentaba poner las cosas en su lugar- y que era de autoría de Nestor Peralta Larrosa .

El tema de nuestro segundo artículo, sin embargo, es el autor del libro y permítasenos retomar el hilo de nuestros pensamientos.

Conocimos a Manuel Marx Menendez, en casa de otro viejo militante: el “colorado” Minetti, fue en un asado entre compañeros allá por el 2004 o 2005. Andaba Manuel o “el marxito” como lo denominó la picardía –en Punta Carretas- del “ingeniero” Almiratti, en una humilde motoneta bordó que le servía para trasladarse, trabajar y, militar. Se ganaba la vida haciendo “changas” en la reparación de techos (parches y soplete de gas como medio) y al mismo tiempo estudiaba “historia” en la vieja facultad de Humanidades de la que habíamos sido alumnos cuando su sede estaba en la Ciudad Vieja (Juan Lindolfo Cuestas) y no en su nueva sede de la calle Uruguay. El caso nos llamó la atención porque eran varios los militantes viejos, orgánicos, que habían decidido que los estudios y los libros “no muerden” y que eran herramientas necesarias para enfrentar el pasado reciente. Nuestro amigo, recientemente fallecido, Anibal “el Caqui” De Lucía hacía sus esfuerzos con la “Ciencia Política” y hasta creo que acompañado por otro viejo militante: Efrain Martinez Platero.

No existía entonces la ley de Reparación –y los que luchaban por la misma agrupados en el viejo Crysol se encontraban con la resistencia enconada de ciertos dirigentes y “compañeros” que –parapetados en sus dietas parlamentarias- se oponían a la misma bajo el lema acuñado por Julio “marmolito” Marenales de que “no habíamos sido mercenarios”. Lo secundaba desde la butaca parlamentaria cierta “maestra compañera” (la “gorda” Nora Castro) que en las entrevistas nos decía tajantemente y hasta en inglés: “Cash NO”. La historia demostraría después que los mismos opositores a aquella reivindicación, solicitarían la misma –cuando fue conseguida- inmediatamente y, hasta alguno, que en la puja –políticamente- se mantenía en silencio, enviaría a un “representativo” para que le gestionara lo que otros habían obtenido con su lucha en el viejo ministerio que dirigía entonces “el Bicho” Bonomi. Nos referimos al inefable EFH y su “representantivo” fue un ladero de siempre: “el petiso” Caballero. Escudero y alcahuete al mismo tiempo.

El motivo de aquella oposición se nos haría claro muchos años después: no se trataba de la supuesta “mercenarización” de los solicitantes, sino de otra cuestión. Los expresos dependientes de los jefes “parlamentarizados” o con posiciones “comunales” y sus empleos de ocasión en comunas y ministerios era una herramienta imprescindible del “clientelismo” que fomentaban. El preso que cobrara “por ley” su reparación se convertía en un ente personal o colectivo independiente. Cobraba “por ley” una reparación a las torturas y prisiones y no dependía más de “los favores” que los jefes consistieran en otorgar, para mantenerlos atados al yugo de la dependencia personal. Ese es mecanismo oculto de la oposición de los representantes y jefes del viejo MLN-Tupamaros a Crysol, las zancadillas que hicieron, las intrigas y divisiones que fomentaron hasta que la Ley fue aprobada y también después. Pero…volvamos a nuestro tema.

Manuel Marx Menéndez que comprendía perfectamente bien el entramado del asunto por su experiencia parlamentaria en la “secretaría” del Pepe, era de los militantes que “asimilaba” al mismo tiempo que trabajaba y estudiaba.

Lo cual no es poco mérito.

Se trataba de “remontar” positivamente todos los años de persecución, torturas, prisiones y sevicias entre los cuales no estaba exenta la posibilidad de “ser asesinado en prisión” como sucedió con varios compañeros que Manuel Marx Menéndez menciona en su libro reciente.

Se trataba de luchar denodadamente- sin renunciamientos, sin vacilaciones, teniendo claro el rumbo- por más que hubieran momentos que parecía la empresa, un imposible, incapaz de lograrse en el breve tiempo de vida de un militante.

El tema nos lleva a otro, concomitante, que creemos necesario señalar y que esta presente en la parte inicial del libro que empezamos a comentar.

El Uruguay del postbatllismo, no solo encerraba una mayoría de ciudadanos votantes de los denominados –ahora- “partidos fundacionales”.

Existía también una opinión pública minoritaria y “de izquierda”. A esa minoría pertenecían los anarquistas, los socialistas y los últimos llegados: los comunistas. Aquellas minorías –principalmente ciudadanas- eran, además de opinión pública opositora, un universo pequeño de valores, de ética.

Cuando la “izquierda nacional” no superaba el misérrimo 10% del electorado, esa opinión pública crítica, basaba su convencimiento en ideas, programas, valores y con ellas enfrentaba a la sociedad circundante.

Existían barrios enteros de la Capital donde esa opinión de izquierda y sus valores estaba presente de manera colectiva, a veces mayoritaria. Se fundamentaba en los valores de la solidaridad combativa, en el desprecio al vecino “carnero”, en el menosprecio de los valores del individualismo egoísta, valores que a través de la tiranía militar, los milicos consiguieron imponer y que hoy florecen en todo su esplendor en estos tiempos de “neoliberalismo desenfadado” manifestados en el concepto de “Hacé la TUYA”.

Eran barrios (La Teja, el Cerro) donde desde muy pequeños los niños aprendían la ética de que esta muy mal eso de ser rompehuelgas, carnero o botón. Donde se salía a la calle para hostilizar las caballerías “invasoras” de “los verdes” o “la Republicana” con la honda que se usaba para cazar palomas.

Manuel Marx Menendez llegara al viejo MLN-Tupamaros desde el universo rebelde y minoritario de la conciencia de la izquierda. Y eso esta retratado perfectamente bien en las primeras páginas de su libro. De padre comunista (y comunista del proscripto Eugenio Gomez!!!), después pasara por la UJC, luego por la disidencia comunista de los 60 (el Mir) y finalmente la militancia tupamara donde se formará definitivamente como militante adulto.

De esta manera damos por concluida nuestra introducción al libro “Ay de los vencidos” y a su autor Manuel Marx Menendez. Son el “testimonio político de un Tupamaro” en tiempos en que en la sociedad actual …y desde el Gobierno “progresista” se aboga –en las dos variables gubernamentales- unos por el arrepentimiento y la negación y los otros por la tesis de “los dos demonios”.

Lo hará de manera exhautiva a lo largo de 302 páginas, en un lenguaje sencillo, entendible para las nuevas generaciones, pero sin ceder un ápíce al rigor que imponen los libros, como forma superior y concreta del pensamiento propio.

Y se apartará –decididamente- de la “historia oficial” en curso.

No habrá entonces en este libro la versión edulcurada y superficial que han impuesto EFH y sus epígonos. Esa visión donde lo anecdótico y lo superficial tienen la mano alta. Habrá en cambio la indagación documentada y la reflexión crítica.

Se apartará también de las versiones de aquella gesta heroica y generacional que propugna la raquítica burguesía dependiente nacional y sus intelectuales a sueldo. No es un libro escrito para acceder a la mesa de Redacción de algún órgano burgues y privado, ni al “olimpo” de alguna sala falsamente “democrática” de los paneles de la televisión.

Tiene como objetivo convocar. Convocar a los militantes que saben y aún callan , la parte que saben de muchísimos desaguisados, renuncias y traiciones.

La forma que pueden adoptar esos nuevos y posibles aportes futuros –a los que convoca el autor- son múltiples, no tienen porqué encerrarse en la forma que él eligió, el libro, pero pueden ser las tertulias radiales (en radios alternativas) donde convocados temáticamente los militantes hablen. Hay mucho que esta todavía callado. Hay mucho que merece ser revelado. Hay mucho testimonio que servirá –y bien!!!- a las generaciones futuras. Y al tema al que ponerle el hombro…y la voluntad.

Pero también hay algo más y lo dice su autor en la solapa posterior del libro que es una reivindicación del militante tupamaro de a pie, al héroe colectivo: “Hemos descripto a un conjunto de mujeres y hombre que añoraron una sociedad más digna e igualitaria. Los tupamaros éramos seres comunes y corrientes; con virtudes y defectos, la mayoría jóvenes inexperientes. Nos encontramos y conocimos en el peligro. De ahí, en más, así fue nuestra vida. Por encima de todo, hubo una causa de la cual ni renegamos ni nos arrepentimos sino que la reivindicamos. La resistencia del pobre comienza cuando otro con más riqueza lo subyuga”.

Vayamos ahora, a analizar con minuciosidad, la obra misma.

 

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